Kiran DESAI, “El legado de la pérdida”
Ed. Salamandra, 2007, 384 pp., 19 €
Kiran Desai (Chandigarh, India, 1971) pertenece a la última generación de escritores angloindios, junto con Arundhati Roy, Amitav Ghosh, Vikram Chandra, Chitra Banenjee Divakaruni, Gita Mehta, Shashi Taroor y un largo etcétera, abocados al éxito por haber dado con la fórmula feliz que consiste en saber contar historias de un lugar con el lenguaje del otro y mostrar una América o Europa que tiene la vitalidad colorista y mágica de la India cotidiana, de manera que el mestizaje resulta algo más complejo y rico que la suma de ambos mundos.
Tras Alboroto en el guayabal (1998), su primera obra, a la que la propia autora califica de “ingenua e infantil”, esta segunda novela, El legado de la pérdida, se halla más cercana a su experiencia, lo que supone dejar el lado mágico para entrar de lleno en el mundo real. Hay un cambio de registro. Historia y personajes no necesitan esta vez ser descompuestos en metáforas para entenderse ni para disfrutarse.
La acción transcurre en Kalimpong, al noroeste de la India, en 1986, en vísperas del estallido de la revuelta nacionalista de los indios nepalíes. La vivienda del juez retirado Jemubhai Patel, su nieta adolescente Sai y su cocinero sufre un asalto que sirve de detonante a todo lo que vendrá después. El carácter pro occidental del juez y su alto nivel de vida en comparación con la miseria general lo convierten en diana de los insurgentes y establecen en torno a él un cerco feroz. Al mismo tiempo, el hijo del cocinero, Biju, malvive como emigrante en Estados Unidos encadenando trabajos basura con el único objetivo de conseguir la carta de residente. Además, un viejo profesor y varios vecinos van desgranando episodios de sus biografías con sensibilidad y buen ritmo, con amor a los detalles y capacidad para tejer con ellos una historia verosímil y cercana.
El grado de tolerancia entre distintos estratos sociales se pone a prueba incluso dentro de la misma familia, reflejándose en un léxico propio para cada personaje, porque la posición económica también marca las relaciones personales. Estas diferencias determinan la relación entre Sai y su profesor nepalí, o entre el juez y su esposa, con un denominador común: a mayor prosperidad, mayor desprecio por sus raíces indias. En este sentido, va implícita una sátira contra la globalización, pretendiendo subrayar que la colonización aún sigue presente en la política internacional, predeterminando la situación actual de los países colonizados, como en el caso de la India.
Kiran Desai ha tardado ocho años en escribir esta novela tan ambiciosa que plantea el tema repetido del choque entre Oriente y Occidente desde una perspectiva de autobiografía ficcionada. En algunos momentos, se percibe la sensación de que ciertas escenas llegan truncadas y que hay personajes sólo esbozados, pero se debe al intento de mostrar un momento histórico concreto en lugar de toda la evolución del periodo. Los hechos se entrelazan con reflexiones sobre el amor y los afectos en general, la política, la religión, la pobreza, para precipitarse a un final que sacude al lector y le acosa con preguntas hondas que sólo pueden ser respondidas desde la prosa sugestiva de la autora, que a veces parece aliarse con la poesía.
Hija de la reconocida escritora Anita Desai, en quien reconoce una de sus mayores influencias, Kiran Desai ha obtenido con El legado de la pérdida el premio “Man Booker 2006”, dándose las circunstancias de ser la escritora más joven en conseguirlo (35 años) y de que su madre quedó finalista para el mismo galardón en tres ocasiones.
Esther Zorrozua
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